lunes, 4 de marzo de 2024

El Dado que Pacificó mi Tablero

 Formación Ética y Ciudadana
"El Dado que Pacificó mi Tablero"

“El Dado que Pacificó mi Tablero” (Pedro Pablo Sacristán)

Yo no lo sabía, pero las fichas  blancas y negras de  mi  juego favorito se odiaban a muerte. Cada noche, mientras yo dormía, peleaban por la única casilla multicolor  del  tablero,  a  la  que  las  blancas  llegaban  siguiendo  el  caminito  de casillas  blancas  que  cruzaba  su  reino, y  las  negras  siguiendo  otro  caminito  de casillas negras que atravesaba el suyo.

Aquella lucha tan igualada parecía no tener fin, así que el señor Dado les propuso  la  partida  definitiva:  se  enfrentarían los líderes de cada  bando, y el vencedor se quedaría con la casilla multicolor para siempre.

-   Para evitar trampas -añadió Dado-, ambas pasarán la noche anterior aisladas y vigiladas por mí. Yo las llevaré luego a su casilla de salida.

Tanto dolor había dejado en las fichas aquella feroz guerra, que no dudaron en aceptar la propuesta del viejo y sabio señor Dado, quien, al caer la noche, llevó a  ambas fichas a un lugar secreto del tablero. Estas esperaban algún tipo de premio o discurso, pero, para su sorpresa, solo encontraron dos cubos de pintura, uno blanco y otro negro.

-  Intercambiarán sus colores esta noche, y mañana jugarán la partida con el color  al que siempre se han enfrentado. Tienen la  misma forma, y solo cambia su color, así que nadie se dará cuenta; pero tampoco podrán decírselo a nadie.

Las fichas obedecieron sorprendidas, y al día siguiente viajaron hasta llegar a la casilla de salida de cada uno de los caminos.

La  ficha negra, toda ella pintada de blanco, cruzó el reino de las fichas blancas entre  aplausos y gritos de ánimo, sin que nadie supiera que estaban aclamando a la mejor de las  fichas negras. Allá por donde pasaba recibía flores, regalos y muestras de cariño de fichas grandes y pequeñas. Viendo la ilusión que generaba ganar aquella casilla, la ficha negra  descubrió que el reino de las fichas blancas no era tan distinto del suyo, aunque fueran de colores opuestos.

La partida comenzó, y en su emocionante viaje por el caminito de casillas blancas a  través del reino rival, la ficha negra se sintió un poquito menos negra. Hasta que, llegando  al final de la partida, cuando estaba tan cerca que podía verse la última casilla, la ficha negra no recordaba ninguna razón para odiar a las fichas blancas. Entonces se encontró frente a frente con la ficha blanca, toda ella pintada de negro, y sintió un fuerte deseo de  abrazarla como a una de sus hermanas. La ficha blanca, que había vivido algo muy parecido en su viaje por el país de las fichas negras, sintió lo mismo. Y, olvidando la partida, ambas avanzaron hasta la casilla multicolor para fundirse en un gran abrazo.

Casi nadie entendía qué había pasado, pero daba igual. Todas tenían tantas ganas  de  paz, que no dudaron en lanzarse a la casilla multicolor para seguir abrazándose unas a otras y celebrar el fin de la guerra.

Desde entonces, cada noche, la casilla   multicolor se llena de fichas blancas y negras, y de los dos tarros de pintura que puso allí el señor Dado, para que  quienes  quieran  ver  el  mundo  con  los  ojos  de  los  demás  pudiesen  hacerlo siempre que quisieran.

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