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domingo, 25 de junio de 2017

COMIENZAN LAS GUERRAS CIVILES

COMIENZAN LAS GUERRAS CIVILES



La Argentina estuvo sometida a una serie de guerras civiles durante gran parte del siglo XIX, como resultado de las cuales se definió la forma de gobierno que rige a ese país hasta la actualidad.
El período de las guerras civiles argentinas se extendió desde 1814 hasta 1880. En la primera de esas fechas se registró la aparición del partido federal como opción al centralismo heredado de la administración colonial. En 1880, una vez logrado un acuerdo general en torno a la economía liberal y aperturista, la organización federal del gobierno y la Constitución Argentina de 1853, se decidió la federalización de la ciudad de Buenos Aires como capital de la República Argentina.
En diversos períodos participaron en los conflictos fuerzas extranjeras, de países vecinos y de potencias europeas, los cuales apoyaron en general al bando centralista en defensa de sus intereses comerciales y estratégicos.
Habitualmente se menciona la ambición de los caudillos provinciales como principal causa de las guerras civiles. Si bien es posible que algunos hayan tenido la habilidad de conducir masas de soldados por el solo interés de su jefe, el apoyo a un líder debe ser interpretado, en general, como la identificación con las ideas de éste, a sus intereses de grupo, o la pertenencia a un grupo al que se supone que ese líder favorecía.
Entre las cuestiones que se dirimieron por medio de guerras civiles, las más importantes estuvieron ligadas a la preeminencia de la capital, Buenos Aires, o de distintas alianzas de provincias en una forma federal o confederación; el establecimiento del liberalismo o del conservadurismo como forma de gobierno; la apertura comercial o el proteccionismo; y la organización constitucional que definiera todas estas cuestiones.
Los cambios en la estructura económica de la cuenca del Río de la Plata a partir de la disolución del Virreinato del Río de la Plata significaron desfasajes económicos entre las regiones, dando una preponderancia económica a la provincia de Buenos Aires, que las demás juzgaron excesiva e injusta. Esta situación habría llevado a la reacción de los caudillos federales contra el centralismo porteño; es decir, contra la expresión política de esa preponderancia económica.
Hubo también enfrentamientos entre dos o tres provincias, en las que las causas pudieron ser las anteriores, pero a las que se les agregó la pretensión de los gobiernos de una provincia de inmiscuirse en los asuntos de otra. O, más tempranamente, la secesión de algunos distritos para erigirse en provincias autónomas.
Por último, hubo varias guerras civiles internas en las provincias, en que la participación de fuerzas foráneas fue escasa o nula. Si algunas veces dirimieron cuestiones ideológicas, más frecuentemente se trató de luchas por el poder entre facciones.
El caudillo José Artigas, de la Banda Oriental, participó en el sitio de Montevideo de 1811. Pero cuando éste fue levantado, se negó a aceptar la decisión y llevó al llamado Éxodo oriental a los habitantes de la Provincia Oriental, como comenzaba a ser llamada. Al reiniciarse el sitio, al año siguiente, hubo serios conflictos entre los jefes porteños —particularmente Manuel de Sarratea— y Artigas.
Estos conflictos se agravaron cuando el Segundo Triunvirato convocó a la Asamblea del año XIII, al cual los diputados orientales viajaron con instrucciones de reclamar la independencia absoluta de España y organizar el estado en forma federal. La Asamblea, dominada por la Logia Lautaro, grupo dirigido por Alvear, rechazó a los diputados.
El 20 de enero de 1814, Artigas abandonó el sitio, seguido por sus hombres, iniciando las guerras civiles argentinas. Poco después se rebeló la actual provincia de Entre Ríos, siguiendo a Artigas, y tras el combate de El Espinillo obtuvo la autonomía. También la provincia de Misiones y la de Corrientes se incorporaron al federalismo. Una breve recuperación de Corrientes, por parte de Genaro Perugorría, terminó con la derrota y ejecución del mismo.
La guerra se trasladó a la Banda Oriental, donde el general Alvear derrotó a Fernando Otorgués, y Manuel Dorrego venció al propio Artigas en la Marmarajá. Pero tras la victoria federal en la batalla de Guayabos o de Arerunguá del 10 de enero de 1815, toda la provincia quedó en manos federales. El nuevo Director Supremo, Alvear, entregó Montevideo a los federales y otorgó la independencia a la Banda Oriental; pero la oferta fue rechazada.
En marzo de ese año estalló una revolución federal en Santa Fe, que llevó al gobierno al estanciero Francisco Candioti. En respuesta, Alvear lanzó en su contra una invasión, pero el jefe de la misma, Ignacio Álvarez Thomas, se rebeló contra su autoridad, pactó con los federales y derrocó al Director. En su lugar fue elegido el general José Rondeau, que estaba en campaña hacia el Alto Perú, por lo que el mismo Álvarez Thomas fue nombrado su delegado. La Asamblea y la Logia fueron disueltas y fue convocado el que sería el Congreso de Tucumán.
Pero, faltando a sus promesas de paz, Álvarez Thomas invadió la provincia de Santa Fe y la sometió a su autoridad a mediados de 1815.



El federalismo en el Interior
La incorporación de la provincia de Córdoba al federalismo fue incruenta: bastó una amenaza de Artigas para que el 29 de marzo el gobernador Francisco Ortiz de Ocampo renunciara y en su lugar fuese elegido José Javier Díaz. mientras La Rioja volvía a la obediencia del gobierno directorial de Córdoba. Díaz se reconocía aliado de Artigas, pero no rompió con el Directorio y envió sus diputados al Congreso de Tucumán.
El cabildo de La Rioja —jurisdicción dependiente de la de Córdoba— se negó a reconocer la autoridad de Díaz, y esa provincia permaneció controlada por el Directorio.
La provincia de Salta logró su autonomía provincial cuando el coronel Martín Miguel de Güemes, jefe de las partidas de gauchos que defendían la frontera norte del país, fue electo gobernador por el cabildo local, el 6 de mayo de 1815: era la primera vez que las autoridades de Salta eran elegidas en la propia provincia. No sólo se rebeló contra la autoridad de Rondeau; también se apoderó de armamento del Ejército del Norte e impidió pasar refuerzos para el mismo, convencido de que sus jefes tenían orden de deponerlo.
Después de su derrota en la batalla de Sipe Sipe, Rondeau regresó a Salta, ocupó la ciudad y declaró traidor a Güemes. Éste se limitó a retirarse y hacerse perseguir por Rondeau, privándolo de víveres. De esa forma, Rondeau se vio obligado a firmar con Güemes el Tratado de los Cerrillos, en que lo reconocía como gobernador de Salta y le encargaba la defensa de la frontera. Esto le costaría a Rondeau el cargo de Director Supremo. La derrota de Sipe Sipe causaría, meses más tarde, su relevo del comando del Ejército del Norte, reemplazado por Manuel Belgrano.
Güemes nunca acordó ninguna alianza con Artigas, pero su autoridad era autónoma. Tácitamente, se le concedió a Güemes lo que los porteños nunca quisieron ceder a Artigas: el Ejército nacional era un aliado que prestaba su ayuda como auxiliar del ejército salteño.
Hubo también dos revoluciones federales en Santiago del Estero, dirigidas por el coronel Juan Francisco Borges. Se oponía a que su provincia dependiera de la de Tucumán. El 4 de septiembre de 1815 se autotituló gobernador y logró dominar la ciudad. Pero fue vencido y capturado apenas cuatro días después. Huyó y regresó a su provincia, donde volvió a sublevarse el 10 de diciembre de 1816, proclamando la autonomía provincial y la alianza con Artigas. Pero, nuevamente derrotado, fue fusilado el primer día de 1817.
Si el acceso del federalismo al poder en Córdoba había sido pacífico, su caída demandó enfrentamientos armados: Juan Pablo Bulnes, jefe de las milicias de la ciudad, se sublevó contra Díaz, y lo acusó de connivencia con el Directorio. Lo derrotó y lo obligó a renunciar, pero en su lugar asumió el gobernador nombrado por el Director Supremo, Ambrosio Funes, suegro de Bulnes. Una segunda sublevación de Bulnes, del 26 de enero de 1817, fue también sofocada por la reacción del gobierno nacional. En marzo de ese año asumía como gobernador el salteño Manuel Antonio Castro, nombrado por el Director Supremo Juan Martín de Pueyrredón.
En el sur de la provincia, permanecieron insurrectos varios caudillos federales, entre los que se destacó Felipe Álvarez, de Fraile Muerto, manteniendo la insurrección federal por otros tres años. Esto motivó el envío de una división del Ejército del Norte, al mando del coronel Juan Bautista Bustos.

    Bibliografía

  • Álvarez, Juan, Las guerras civiles argentinas, EUDEBA, Bs. As., 1983. 
  • Best, Félix: "Historia de las Guerras Argentinas", Ed. Peuser, Bs. As., 1980.
  • Sierra, Vicente D., Historia de la Argentina, Ed. Garriga, Bs. As., 1973.

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