viernes, 20 de marzo de 2020

Ciencias Sociales - Segundo Trabajo Práctico

Ciencias Sociales - Textos para realizar el segundo Trabajo Práctico




El trabajo de los historiadores


  1. La palabra historia tiene dos sentidos. Por un lado, se refiere a lo que ya pasó, entendido como los sucesos del pasado de una sociedad. Por otro lado, alude a una ciencia social que se ocupa del relato de esos sucesos del pasado. Los es­pecialistas que investigan, interpretan y elaboran explicaciones sobre el pasado son los historiadores.
    Los historiadores interpretan el pasado desde su propio presente; eso quiere decir que lo hacen condicionados por sus propios conocimientos e ideas. Por eso, los mismos acontecimientos pueden ser interpretados de diferentes ma­neras por distintos historiadores, según la posición científica e ideológica que adopten ante esos acontecimientos.
    Como resulta imposible recuperar el pasado tal como sucedió, los historiado­res realizan una reconstrucción a partir de las huellas que quedan de ese pasado. A esas huellas del pasado se las denomina fuentes.

 ¿Cómo investigan Los historiadores?
Para realizar sus investigaciones, los historiadores trabajan de forma indivi­dual o en equipo. En los dos casos, siguen un método científico organizado en las siguientes etapas:
       Elección de un tema: establecen qué tema van a investigar. Luego se hacen preguntas acerca de cuándo, dónde, cómo y por qué sucedieron los aconte­cimientos que están estudiando, y quiénes los protagonizaron.
       Elaboración de hipótesis: a partir de las preguntas formuladas, elaboran una o más suposiciones llamadas hipótesis.
       Búsqueda de información: procuran encontrar fuentes adecuadas al tema, que pueden proceder del período que están estudiando o pueden haber sido producidas por otros investigadores.
       Análisis de la información: comparan y relacionan la información obteni­da; además, analizan si las hipótesis elaboradas son válidas.
       Elaboración de conclusiones: una vez analizada la información, escriben las conclusiones.
       Difusión de la investigación: por distintos medios (publicaciones cientí­ficas, libros, documentales, programas culturales, clases, etcétera), dan a conocer las conclusiones sobre el tema que han investigado.

La escritura de la historia

Hasta las primeras décadas del siglo XX, los historiadores dieron mucha im­portancia a las fechas y los grandes acontecimientos políticos y militares. De esta manera, en sus relatos solo tenían cabida los personajes destacados, como reyes y militares, a quienes se mencionaba con nombre y apellido.
En 1929, un grupo de historiadores franceses creó la Escuela de los Ana­les. Estos historiadores plantearon la importancia de las cuestiones socioeco­nómicas y el protagonismo de los grupos sociales y las personas comunes para el estudio de la historia. Además, valoraron el trabajo interdisciplinario (es decir, en coordinación con otras ciencias) y el uso de fuentes no escritas. Desde entonces, la mayoría de los historiadores utiliza un método de inves­tigación que toma en cuenta estos aportes. Esto quiere decir que los histo­riadores incorporan a sus investigaciones los materiales que se generan en disciplinas como la geografía, la antropología, la arqueología, la sociología y la economía.
A lo largo del siglo xx se desarrollaron nuevas formas de investigación, entre ellas, la historia de las mentalidades, que investiga cómo pensaban el mundo las personas de cada época histórica; la historia oral, que toma como fuentes de análisis los relatos de protagonistas o testigos de acontecimientos históricos, y la historia, que trabaja a partir del análisis de un objeto, un indi­viduo o un grupo social en apariencia poco importante.
En las últimas décadas del siglo xx, el debate entre los historiadores se cen­tró en las características de la escritura de la historia. A partir de ese debate, la mayor parte de los historiadores coinciden en que la historia es una narra­ción que, a diferencia de las narraciones ficcionales (como los cuentos y las novelas), relata acontecimientos y procesos a partir de un método científico.
 

“Testimonios: Tipos de Fuentes”

 Antes de comenzar a investigar el tema que les interesa, los historiadores consultan lo que se ha publicado previamente sobre el tema: a esto se lo lla­ma "el estado de la cuestión". Las publicaciones de otros autores se llaman fuentes secundarias.
 Cuando el historiador aborda, en cambio, el estudio de objetos o docu­mentos que corresponden a la época que está investigando (un testamento o una carta de amor o un parte de guerra, por ejemplo) trabaja con fuentes primarias.
 De acuerdo con sus características, las fuentes en que se pueden convertir los testimonios, pueden ser:
·      Orales: los que nos llegan a través de la palabra, como anécdotas, mitos, tradiciones, relatos sobre guerras o migraciones, etc.
·      Escritos: los que se registran en forma manuscrita o impresa, como cartas, dia­rios personales, testamentos, libros, leyes, tratados de paz;
·      Gráficos y audiovisuales: películas, videos, dibujos, carteles y afiches, grafitis, pinturas, fotografías, grabaciones, etcétera;
·      Cuando los historiadores estudian sociedades ágrafas (sin- escritura), o con escritura pero muy lejanas en el tiempo, la falta o escasez de documen­tos escritos hace que las investigaciones se apoyen más en los restos mate­riales:
o   Construcciones (viviendas, templos, tumbas, fortificaciones, obras públicas, etc.)
o   Vehículos (carros, barcos, aviones, automóviles, etc.)
o   Herramientas (azadas, martillos, palas, sierras, clavos, etc.)
o   Armas (hachas, arcos y flechas, espadas y puñales, cañones, lanzas, etc.)
o   Vestimentas
o   Muebles
o   Utensilios (objetos de uso cotidiano)
o   Adornos corporales (joyas, hebillas, etc.)
o   Símbolos (escudos de armas, blasones, estandartes, anillos de sello, ban­deras, etc.)



El tiempo y la historia

Desde los orígenes de la humanidad, todas las sociedades debieron preocu­parse por el tiempo para organizar sus actividades. Así, por ejemplo, los pue­blos agricultores tenían que calcular cuándo era el momento adecuado para sembrar o cosechar. En ese entonces, los seres humanos solo contaban con la observación de la naturaleza y los conocimientos que tenían sobre el medio- ambiente en el que desarrollaban sus actividades. Posteriormente, la inven­ción de distintos tipos de calendario y la del reloj sirvieron para establecer con mayor precisión los tiempos de trabajo, reunión y recreación.
Los historiadores también utilizan los criterios propios de la sociedad en la que viven acerca del uso del calendario y el tiempo de los relojes. Sin embargo, estas formas de medición del tiempo no son suficientes para sus investigacio­nes científicas porque son demasiado limitadas. Por eso, también emplean las siguientes categorías o medidas temporales para ubicar los acontecimientos que estudian:

Milenio: período de 1000 años.
Siglo: período de 100 años.
Década: período de 10 años.

Herramientas para medir y ordenar el tiempo

Dos herramientas fundamentales para medir y ordenar el tiempo son la cro­nología y la línea de tiempo.
Colocar los acontecimientos en orden cronológico significa ordenarlos desde el más antiguo hasta el más reciente para reconocer si cada uno sucedió antes o después que los demás. Si dos procesos o acontecimientos sucedieron al mismo tiempo (es decir, si fueron simultáneos), los historiadores pueden establecer com­paraciones en la sincronía*. Por ejemplo, pueden responder a preguntas como “¿Qué ocurría en Egipto al mismo tiempo que se iniciaba el Imperio romano?”.
La línea de tiempo es una representación gráfica que permite ubicar acon­tecimientos históricos al ordenarlos en milenios, siglos, décadas o años. Para hacerla correctamente, es necesario organizar una escala en la que cada seg­mento de la línea represente la misma extensión temporal.
Para estudiar la historia que veremos en este libro, es importante conocer la forma de división del tiempo propia de nuestra cultura. Según este criterio, el año 1 es el que corresponde al nacimiento de Cristo; por lo tanto, se consi­dera que todos los acontecimientos anteriores a ese año son de antes de Cris­to (a. C.). Así se lo indica, por ejemplo, cuando se escribe en qué año se inició el reinado del emperador romano Augusto: 27 a. C.


Cambios y Continuidades

En nuestra vida ocurren muchos cambios, pero, a la vez, algunas cosas per­manecen. Por ejemplo, podemos mudamos de vivienda o cambiar de trabajo, pero, al mismo tiempo, conservamos conductas y costumbres que aprendimos cuando éramos niños. Lo mismo sucede con las sociedades, que experimentan cambios o transformaciones y permanencias o continuidades.
Para comprender los cambios y las permanencias, los historiadores reco­nocen diferentes ritmos temporales de acuerdo con la siguiente propuesta del historiador francés Femand Braudel (1902-1985), que perteneció a la Escuela de los Anales:
       La corta duración: es el tiempo de los acontecimientos, es decir, de los he­chos puntuales. Por ejemplo, una batalla o la coronación de un emperador.
          La media duración: es el tiempo de las coyunturas, es decir, de los períodos que mantienen ciertas características durante la vida de una o dos generaciones de personas. Por ejemplo, el período en el que predomina una actividad económica en una región determinada.                                              
       La larga duración: es el tiempo de las estructuras, es decir, de los procesos ^ que definen las características de un tipo de sociedad. Por ejemplo, los si­glos en los que se desarrolló el sistema feudal.
De estos tres ritmos temporales, la larga duración es el más apropiado para que el historiador distinga cambios y permanencias. Como se trata de una A extensión larga de tiempo, es posible saber qué cambios tecnológicos, económicos, culturales y políticos se produjeron en ella. También se puede estudiar qué cambios ocurrieron en las mentalidades, esto es, en las maneras de pensar, de crear y creer de las personas que vivieron en esa sociedad.

Otras miradas: Tiempo y naturaleza

"Antes de la industrialización, el cálculo del tiempo dependía en gran parte de las exigencias del medioambiente. La naturaleza dictaba los tiempos para sem­brar, cosechar o quedarse sentado sin hacer nada.
La tradición de contar por medio de los relojes de la naturaleza se remonta a los comienzos de la historia. El antiguo calendario egipcio, por ejemplo, era un 'nilómetro', una escala vertical que medía la subida y la bajada del río Nilo. Aún hoy las sociedades no industrializadas dependen del reloj de la naturaleza. La tribu luval en Zambia divide el año en 12 períodos heterogéneos de diferentes duraciones, marcadas por los cambios del clima y la vegetación del entorno".
ROBERT LEVINE: UNA GEOGRAFÍA DEL TIEMPO. 0 CÓMO CADA CULTURA PERCIBE EL TIEMPO DE MANERA UN POQUITO DIFERENTE, BUENOS AIRES, SIGLO xxi, 2012.


Causas y Consecuencias
Cada vez que los historiadores realizan una investigación, buscan causas y consecuencias de los acontecimientos históricos. Las causas son las razones por las que se produjeron esos acontecimientos y responden a la pregunta ¿Por qué? Al responder a esta pregunta, generalmente notamos que existe más de una causa para explicar un acontecimiento. Por eso, en historia usamos la noción de multicausalidad.
Las consecuencias son los efectos de los acontecimientos. Así como reco­nocen múltiples causas, los historiadores también distinguen múltiples con­secuencias para un mismo acontecimiento. Por ejemplo, entre las causas de la caída del Imperio romano de Occidente se encuentran los problemas internos del Imperio, la presión de los pueblos germanos y la crisis económica. Como consecuencias de este acontecimiento, se pueden mencionar la fragmenta­ción del territorio, la formación de los reinos romano-germánicos y la ruptura de la unidad imperial.


Los historiadores organizan en períodos los acontecimientos históricos que van a estudiar, es decir que los dividen en etapas en las que señalan un inicio y un ñn.
Según lo que estén investigando, los historiadores adoptan el criterio de periodización que les parezca más conveniente. Por ejemplo, si están estu­diando un proceso económico, establecerán etapas de acuerdo con los cam­bios en las formas de producción que sucedieron en ese período. En cambio, si se trata de acontecimientos políticos, harán la división en etapas según los cambios de gobierno.
Una forma de periodización frecuente en la ciencia histórica es la división en edades, a las que se diferencia por su duración y por los acontecimientos que les dan inicio y les ponen fin.


Los protagonistas de la historia

Hasta la Revolución francesa, ocurrida en 1789, los historiadores solo habían prestado atención a los grandes protagonistas de la historia y habían escri­to una historia de héroes y personajes destacados. A partir de este aconteci­miento, algunos historiadores comenzaron a preguntarse por la participación del pueblo, es decir, de los hombres y las mujeres comunes. Esa preocupación por ampliar la investigación y variar el enfoque hacia otros grupos sociales influyó en el modo de escribir la historia.
Desde mediados del siglo xx, los aportes de las nuevas líneas de investiga­ción dieron origen a una escritura de la historia que tomaba como sujetos a todos los integrantes de la sociedad. También se comenzó a prestar atención a los grupos sociales que no habían sido considerados hasta entonces, como las mujeres, los obreros y los campesinos.
Como resultado de este nuevo enfoque, los historiadores consideran que la his­toria tiene múltiples protagonistas, a los que llaman sujetos o actores sociales. Entre ellos, se distingue a los actores sociales individuales de los grupales o colectivos.
Actores sociales individuales: son aquellos cuyos nombres quedaron registrados en las fuentes históricas por su actuación en ciertos aconteci­mientos. Por ejemplo, el gobernante griego Pericles y el emperador roma­no Justiniano.
Actores sociales grupales o colecti­vos: son los hombres y las mujeres que integran las clases sociales, los grupos políticos y las entidades colectivas (por ejemplo, el pueblo). También son actores colectivos las instituciones, como los sindicatos, Ja Iglesia y las Fuerzas Armadas.

Entre acuerdos y desacuerdos
Los actores sociales se relacionan entre sí. Algunas veces lo hacen a partir del acuerdo o consenso, lo que les permite, entre otras cosas, crear instituciones, llevar adelante proyectos colectivos y organizar acciones conjuntas. Sin em­bargo, muchas veces se producen desacuerdos entre distintos actores sociales debido a diferencias en sus acciones y opiniones. A estos desacuerdos se los llama conflictos.
En las sociedades que van a estudiar en este libro, existieron numerosos conflictos que tuvieron como protagonistas a los integrantes de una misma sociedad o de sociedades diferentes.

 





 


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