COMIENZAN LAS GUERRAS CIVILES
La
Argentina
estuvo sometida a una serie de guerras
civiles durante gran parte del siglo XIX,
como resultado de las cuales se definió la forma de gobierno que rige a ese
país hasta la actualidad.
El
período de las guerras civiles argentinas se extendió desde 1814 hasta 1880. En la primera de
esas fechas se registró la aparición del partido federal como opción al centralismo
heredado de la administración colonial. En 1880, una vez logrado un acuerdo
general en torno a la economía liberal y aperturista, la organización federal
del gobierno y la Constitución Argentina de 1853, se
decidió la federalización de la ciudad de Buenos
Aires como capital de la República Argentina.
En
diversos períodos participaron en los conflictos fuerzas extranjeras, de países
vecinos y de potencias europeas, los cuales apoyaron en general al bando
centralista en defensa de sus intereses comerciales y estratégicos.
Habitualmente
se menciona la ambición de los caudillos provinciales como principal causa de las guerras
civiles. Si bien es posible que algunos hayan
tenido la habilidad de conducir masas de soldados por el solo interés de su
jefe, el apoyo a un líder debe ser interpretado, en general, como la
identificación con las ideas de éste, a sus intereses de grupo, o la
pertenencia a un grupo al que se supone que ese líder favorecía.
Entre
las cuestiones que se dirimieron por medio de guerras civiles, las más
importantes estuvieron ligadas a la preeminencia de la capital, Buenos
Aires, o de distintas alianzas de provincias en una forma federal
o confederación; el establecimiento del liberalismo
o del conservadurismo como forma de gobierno; la apertura
comercial o el proteccionismo; y la organización constitucional que
definiera todas estas cuestiones.
Los
cambios en la estructura económica de la cuenca del Río de la Plata a partir de la disolución del Virreinato del Río de la Plata
significaron desfasajes económicos entre las regiones, dando una preponderancia
económica a la provincia de Buenos Aires, que las demás juzgaron excesiva e
injusta. Esta situación habría llevado a la reacción de los caudillos federales
contra el centralismo porteño; es decir, contra la expresión política de esa preponderancia
económica.
Hubo
también enfrentamientos entre dos o tres provincias, en las que las causas
pudieron ser las anteriores, pero a las que se les agregó la pretensión de los
gobiernos de una provincia de inmiscuirse en los asuntos de otra. O, más
tempranamente, la secesión de algunos distritos para erigirse en provincias
autónomas.
Por
último, hubo varias guerras civiles internas en las provincias, en que la
participación de fuerzas foráneas fue escasa o nula. Si algunas veces
dirimieron cuestiones ideológicas, más frecuentemente se trató de luchas por el
poder entre facciones.
El
caudillo José Artigas, de la Banda
Oriental, participó en el sitio de Montevideo
de 1811. Pero
cuando éste fue levantado, se negó a aceptar la decisión y llevó al llamado Éxodo
oriental a los habitantes de la Provincia Oriental, como comenzaba a ser
llamada. Al reiniciarse el sitio, al año siguiente, hubo serios conflictos
entre los jefes porteños —particularmente Manuel de Sarratea— y Artigas.
Estos
conflictos se agravaron cuando el Segundo Triunvirato convocó a la Asamblea del año XIII, al cual los diputados
orientales viajaron con instrucciones de reclamar la
independencia absoluta de España y organizar el estado en forma federal. La Asamblea,
dominada por la Logia Lautaro, grupo dirigido por Alvear, rechazó a los diputados.
El
20 de enero de 1814, Artigas abandonó el sitio, seguido por sus hombres,
iniciando las guerras civiles argentinas. Poco después se rebeló la actual provincia de Entre Ríos, siguiendo a
Artigas, y tras el combate de El Espinillo obtuvo la autonomía.
También la provincia de Misiones y la de Corrientes se incorporaron al federalismo. Una breve recuperación de
Corrientes, por parte de Genaro Perugorría, terminó con la derrota y
ejecución del mismo.
La
guerra se trasladó a la Banda Oriental, donde el general Alvear derrotó a Fernando Otorgués, y Manuel
Dorrego venció al propio Artigas en la Marmarajá. Pero tras la victoria federal en la
batalla de Guayabos o de Arerunguá del 10 de
enero de 1815,
toda la provincia quedó en manos federales.
El nuevo Director Supremo, Alvear, entregó Montevideo a los federales y otorgó
la independencia a la Banda Oriental; pero la oferta fue rechazada.
En
marzo de ese año estalló una revolución federal en Santa Fe, que llevó al gobierno al estanciero Francisco Candioti. En respuesta, Alvear lanzó
en su contra una invasión, pero el jefe de la misma, Ignacio Álvarez Thomas, se rebeló contra su
autoridad, pactó con los federales y derrocó al Director. En su lugar fue
elegido el general José Rondeau, que estaba en campaña hacia el Alto Perú,
por lo que el mismo Álvarez Thomas fue nombrado su delegado. La Asamblea y la
Logia fueron disueltas y fue convocado el que sería el Congreso de Tucumán.
Pero,
faltando a sus promesas de paz, Álvarez Thomas invadió la provincia de Santa Fe
y la sometió a su autoridad a mediados de 1815.
El federalismo
en el Interior
La incorporación de la provincia de
Córdoba al federalismo fue incruenta: bastó una amenaza de Artigas
para que el 29 de marzo el
gobernador Francisco Ortiz de
Ocampo renunciara y en su lugar fuese elegido José Javier Díaz. mientras La Rioja volvía a la obediencia
del gobierno directorial de Córdoba. Díaz se reconocía aliado de Artigas,
pero no rompió con el Directorio y envió sus diputados al Congreso de Tucumán.
El cabildo de La Rioja
—jurisdicción dependiente de la de Córdoba— se negó a reconocer la autoridad de
Díaz, y esa provincia permaneció controlada por el Directorio.
La provincia de Salta
logró su autonomía
provincial cuando el coronel Martín Miguel de
Güemes, jefe de las partidas de gauchos que defendían la frontera norte del país,
fue electo gobernador por el cabildo local, el 6 de mayo de 1815: era la primera vez que las
autoridades de Salta eran elegidas en la propia provincia. No sólo se rebeló
contra la autoridad de Rondeau; también se apoderó de armamento del Ejército del Norte e impidió pasar refuerzos para
el mismo, convencido de que sus jefes tenían orden de deponerlo.
Después de su derrota en la batalla de Sipe Sipe, Rondeau regresó a Salta,
ocupó la ciudad y declaró traidor a Güemes. Éste se limitó a retirarse y
hacerse perseguir por Rondeau, privándolo de víveres. De esa forma, Rondeau se
vio obligado a firmar con Güemes el Tratado de los Cerrillos, en que lo
reconocía como gobernador de Salta y le encargaba la defensa de la frontera.
Esto le costaría a Rondeau el cargo de Director Supremo. La derrota de Sipe
Sipe causaría, meses más tarde, su relevo del comando del Ejército del Norte,
reemplazado por Manuel Belgrano.
Güemes nunca acordó ninguna alianza con Artigas, pero
su autoridad era autónoma. Tácitamente, se le concedió a Güemes lo que los
porteños nunca quisieron ceder a Artigas: el Ejército nacional era un aliado
que prestaba su ayuda como auxiliar del ejército salteño.
Hubo también dos revoluciones federales en Santiago del
Estero, dirigidas por el coronel Juan Francisco Borges.
Se oponía a que su provincia dependiera de la de Tucumán. El 4 de septiembre de 1815 se autotituló gobernador
y logró dominar la ciudad. Pero fue vencido y capturado apenas cuatro días
después. Huyó y regresó a su provincia, donde volvió a sublevarse el 10 de diciembre de 1816,
proclamando la autonomía provincial y la alianza con Artigas. Pero, nuevamente
derrotado, fue fusilado el primer día de 1817.
Si el acceso del federalismo al poder en Córdoba había
sido pacífico, su caída demandó enfrentamientos armados: Juan Pablo Bulnes, jefe de las milicias de la
ciudad, se sublevó contra Díaz, y lo acusó de connivencia con el Directorio. Lo
derrotó y lo obligó a renunciar, pero en su lugar asumió el gobernador nombrado
por el Director Supremo, Ambrosio
Funes, suegro de Bulnes. Una segunda sublevación de Bulnes, del 26
de enero de 1817, fue también sofocada por la reacción del gobierno nacional.
En marzo de ese año asumía como gobernador el salteño Manuel Antonio Castro,
nombrado por el Director Supremo Juan Martín de
Pueyrredón.
En el sur de la provincia, permanecieron insurrectos
varios caudillos federales, entre los que se destacó Felipe Álvarez,
de Fraile Muerto, manteniendo la insurrección
federal por otros tres años. Esto motivó el envío de una división del Ejército del Norte, al mando del coronel Juan Bautista Bustos.
- Álvarez, Juan, Las guerras civiles argentinas, EUDEBA, Bs. As., 1983.
- Best, Félix: "Historia de las Guerras Argentinas", Ed. Peuser, Bs. As., 1980.
- Sierra, Vicente D., Historia de la Argentina, Ed. Garriga, Bs. As., 1973.
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